Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

10.2.11

Santa Escolástica

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de una revista
En la Vida de San Benito, escrita a comienzos del siglo séptimo por el Papa San Gregorio Magno, hay una escena muy bella, que nos habla del encuentro del Santo con su hermana Escolástica. Para los que no la conocen, la resumo brevemente: Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica, “pasando el día entero entonando las alabanzas de Dios y entretenidos en santas conversaciones”. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella, cosa a que él se negó rotundamente. Tenía que volver al monasterio. Su hermana le pidió a Dios, en oración con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó con su hermana. Así pasaron toda la noche en vela, “en santas conversaciones sobre la vida espiritual, quedando cada uno gozoso de las palabras que escuchaba a su hermano. No es de extrañar que al fin la mujer fuera más poderosa que el varón, ya que, como dice Juan: Dios es amor (1Juan 4,16) y, por esto, pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).
Con esta frase lapidar, San Gregorio nos introduce en el misterio de la relación entre un santo varón y una santa mujer, en lo sublime que puede ser la relación entre un varón y una mujer.
Pero, ¡no nos engañemos! Donde un varón y una mujer se encuentran, allí las tendencias naturales, desde el más profundo de nuestro inconsciente, tienden a aflorar. San Benito había recorrido todo un camino de crecimiento para poder llegar a este encuentro con la mujer bajo la figura de la hermana. A lo largo de la Vida de él, San Gregorio Magno nos describe escenas donde Benito creció.
Primero está la separación de la figura materna, representada por su nodriza que lo había acompañado durante sus años de estudio en Roma, y después en Affide. La deja en la madrugada, sin decirle nada. La independencia y la libertad no se piden ni se negocian. El hombre tiene que aprender a valerse por sí solo, sin muletas.
Pero eso no es todo; por más que estemos en la soledad, llevamos el mundo dentro de nosotros. En la cueva de Subiaco, adonde se había retirado como ermitaño, recordó un día la imagen de una mujer que había visto hace tiempo. Frente a esta tendencia de vivir en la fantasía, buscando el placer fácil e inmediato, él fija su mente y su corazón en la dura realidad que vive, cosa que puede experimentarse como revolcárse entre espinos.
Más tarde, un vecino celoso envió al recinto del monasterio que había construido mientras tanto, unas jóvenes a bailar allí desnudas, para hacer caer a los monjes. Es la imagen de la mujer que tiene intenciones claras de desviar a otros de su propósito y su compromiso. Con ella no puede haber diálogo. Benito simplemente se retira.
Así, anclado firmemente en Dios, es capaz de este encuentro hermoso con la mujer como hermana. En el centro de atención ya no está la otra persona, sino Dios.
Parece que es la mujer que siempre le abre al hombre una dimensión más allá de lo inmediato y superficial, para bien y para mal. Lo puede engañar, para llevarlo a lo más bajo y mantenerlo en la esclavitud de los instintos animales, y lo puede elevar a lo más alto, como lo vemos en el caso del encuentro entre Benito y Escolástica.
Vemos en este encuentro también algo de la relación entre estructuras y relaciones personales. Benito había organizado su monasterio de tal manera que todo les facilitara a sus monjes la relación con Dios, eliminando distracciones. Al caer la noche, Benito quiere volver a este amiente. Escolástica le enseña que se encuentra a Dios no sólo en las estructuras, por más nobles que sean sus fines, sino también, y sobre todo, en la relación personal, lo que exige flexibilidad. Como diría la Biblia: el hombre está por encima del sábado, no al revés (Marcos 2,27).
Vale la pena indagar un poco en el significado del nombre “Escolástica”: este nombre viene de una palabra del griego antiguo, "schola" que significa ocio, tiempo libre, libre de compromisos, trabajos y ataduras. No es la ociosidad en el sentido negativo, sino un tiempo libre y reservado para poder dedicarse a algo, como leer, estudiar, a cultivar una relación personal. De allí, nuestra palabra "escuela": no trabajar, para tomarse el tiempo para estudiar. Así, Escolástica es una mujer libre de ataduras, para poder dedicarse “con todo su corazón, con toda su alma, y con todas sus fuerzas” a Dios (Deuteronomio 6,5). Recuerda un poco a María, la hermana de Marta, que se pone a los pies de Jesús, para escucharlo (Lucas 10,38-42).
Benito, por esta entereza interior, era un hombre sano, tan sano que pudo irradiar sanación incluso después de su muerte. Cuenta San Gregorio, que un día, una mujer enajenada que estaba errando por aquella región entró en la cueva donde Benito había estado como ermitaño, para pasar allí la noche. Al día siguiente, se despertó, encontrándose en su sano juicio. El hombre, íntimamente relacionado con Dios, puede sanar a una persona que anda errando sin saber qué está buscando. Y ya no es el hombre quien sana, sino que es Dios quien se manifiesta en este hombre, incluso cuando éste ya está muerto; porque, al final, todo es obra de Dios que fluye a través del hombre. Por eso, Gregorio llama a Benito muchas veces “el varón de Dios”.

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