Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

29.7.11

La Tentación de Benito (III)

Rosal en Sacro Speco, Subiaco
Foto: P. Beda
Al final del relato sobre la tentación de Benito, Gregorio menciona los frutos de la decisión de éste:
Desde entonces, según él mismo solía contar a sus discípulos, la tentación voluptuosa quedó en él tan amortiguada, que nunca más volvió a sentir en sí mismo nada semejante.
Esta observación nos sorprende, si la comparamos con la experiencia de nosotros, que nos vemos siempre tentados por muchos deseos de todo tipo. Sin embargo, este texto no es una exageración que busca glorificar a un santo, alejándolo así de nosotros. Gregorio se refiere a una experiencia muy real que todos podemos tener – y, ¡ojalá! – hemos tenido alguna vez. Recordemos la decisión enérgica de Benito. Se decidió de una vez para siempre a favor de “las espinas”, es decir, la vía más difícil, la realidad, sin evasiones. Es esta decisión la que lo libera.
Quizá hemos experimentado algo semejante alguna vez: mientras estábamos indecisos, manteniendo abiertas muchas rutas de escape y “planes B”, nos experimentábamos como víctimas de las circunstancias. Presiones desde fuera, o deseos desde dentro, nos hacían ceder. Pero, una vez que habíamos tomado las riendas de nuestra vida en nuestras manos, salimos airosos.
Unos ejemplos: “hija, estudia para una carrera; si el matrimonio no funciona, tendrás para vivir”. – “Si él me falta el respeto – si ella no puede tener hijos – etc., me divorcio”. – “Voy a probar con la vida religiosa”. – “Me interesa el dinero; si este trabajo no me gusta, me busco otro”. Y así sucesivamente… Podríamos alargar la lista de argumentos autolimitantes, argumentos que no permiten levantar vuelo. Es sólo cuando tomamos, serenamente, una decisión, que podemos crecer en la vida, y dedicarnos a una misión sin interferencias que nos desvían. Por supuesto, eso requiere el sacrificio de cerrar puertas de escape, de aceptar dificultades momentáneas. Pero los placeres efímeros que dejamos atrás no son nada comparados con la libertad y anchura del corazón que experimentamos al saber que estamos “en lo nuestro”. Se necesita poner en práctica este dicho que leí hace muchos años: “No hay manera de retroceder; sólo se puede avanzar”.
Gregorio menciona otro fruto más de la decisión de Benito:
Después de esto, muchos empezaron a dejar el mundo para ponerse bajo su dirección, puesto que, libre del engaño de la tentación, fue tenido ya con razón por maestro de virtudes.
Con razón, Benito ahora es capaz de guiar a otros, porque ya no los ve con mirada egoísta, sino que su único deseo es el de conducirlos hacia el encuentro con Dios. Cuando alguien toca la puerta del monasterio, la pregunta – a veces inconsciente – no es si el aspirante a la vida monástica será el cocinero o carpintero o cantor que necesitamos en el monasterio, si es simpático o no, si es rico o pobre, de familia famosa o humilde, etc. El único criterio para aceptarlo es, “si verdaderamente busca Dios” (Regla de San Benito 58,7). Y Benito, como abad, ayuda al candidato en esta búsqueda. Éste es su servicio. Por eso dice también en otra parte que el abad es más para servir que para ser servido, para ser útil, y no utilizar a nadie (en latín es más preciso todavía: “Magis prodesse cuam praeesse”; Regla de San Benito 64,8).
Este aspecto es también importante en la vida de cada cristiano. ¿Según qué criterios se une la gente en matrimonio? ¿Qué es lo más importante para ellos? ¿No es que fracasan muchos matrimonios porque creían que el sexo era lo más importante, sólo para despertar a la realidad que eso, por sí sólo, no funciona, cuando no hay la capacidad para el diálogo y respeto mutuo? Y, ¿los demás criterios? Que si el estatus, la profesión, la apariencia física, o simplemente el deseo de llenar los vacíos afectivos. Todo eso desvía la atención de lo más importante que es la entrega en amor mutuo.
Ya vemos, este hombre solitario en su cueva se las trae. Tiene mucho que decirnos. Porque ser monje no es solamente para la propia santificación, no. El monje, como Cristo, se consagra, para que también los demás estén consagrados (Juan 17,19).

28.7.11

Blogueros con el Papa

Publico este comentario que me ha llegado referente a la entrada anterior, por si les interesa: Saludos y bienvenidos al Primer Encuentro Internacional de Blogueros con el Papa El próximo 17 de agosto nos reuniremos en Madrid en el Colegio Mayor Jaime del Amo. En los enlaces que te adjuntamos encontrarás toda la información que te pueda interesar.  ANUNCIA TAMBIÉN TÚ EN TU BLOG EL ENCUENTRO Y QUE NINGÚN BLOGUERO SE QUEDE FUERA POR QUE NO LE HAYA LLEGADO LA NOTICIA: AQUÍ ENCONTRARÁS ALGUNOS QUE YA LO HAN HECHO WWW.CUMPETRO.COM

27.7.11

LAS REDES SOCIALES: ¡BASTA YA!

Imagen: esfacebook
Quiero compartir con Uds. la entrada de un blog que escribió un amigo mío en las islas Canarias. Al final añado el vínculo para que lo puedan leer en el original, y el comentario que le escribí. Es un tema que vale la pena reflexionar.

Hoy me propongo eludir la trama viral de las redes sociales, este thriller de palabras que consumen mi tiempo y mis ganas. Lo confieso, me siento acogotado del laberinto de enlaces, etiquetas, opiniones, comentarios y avatares, en que me he visto envuelto últimamente. Tal parece que en ello me estuviera jugando la honra de mi abolengo, y la caridad de mis maneras ¡Basta ya!
Me propongo por unos días recuperar el silencio de la tarde, acallar este excesivo parloteo de mis horas veraniegas, y sumergirme simplemente en la molicie del día, ensayando la vieja facultad antropológica de escuchar y de escucharme.
Claro que comprendo, y tanto, la utilidad de las redes sociales. Pero este querer, por Dios, poner en la mirilla los insulsos acontecimientos de la vida cotidiana, las opiniones fluctuantes de lo que acontece, minuto tras minuto, y comentarlo, y volverlo a recomentar, y pinchar el dedito facebookero del “me gusta”, retwitearlo, subirlo al Tuenti, o al novísimo Google +,… informando a media humanidad de mi pobre existencia es, sencillamente, demasiado.
A veces me parece, no sé qué opinan ustedes, que todo esto raya en un cierto narcisismo, una especie de exhibicionismo de lo que hacemos y pensamos, lo que a la postre consigue, así de simple, aburrirnos.
Una cosa que no deberíamos olvidar es que las redes sociales son siempre una realidad virtual, es decir, simulada, un espejo del mundo de verdad donde los seres humanos, la gente real, comparten tiempos, espacios y palabras. No son la realidad misma ni la sustituyen; lo más que pueden, que no es poco, es acortar el tiempo y facilitar la comunicación; favoreciendo, con suerte, el encuentro de las personas, y una especie de democratización de la información que va rodando por la Red.
Qué quede claro entonces: las redes sociales son, básicamente, maravillosas.
Pero tienen sus propias perversiones, y pueden convertirse en una suerte de alienación muy adictiva: sustituir la carne y la sangre de la realidad verdadera; convertir en efímero lo que sucede, banalizándolo con el correr de las horas; y, lo más grave, embotar los sentidos interiores, donde reside la capacidad humana de estar consigo y de meditar sobre la experiencia, dando sentido y contenido al indefinible misterio del vivir.
Y por si fuera poco, las redes sociales son insaciables consumiendo el bien más precioso que tenemos todos: el tiempo.
He dicho.
Autor: Marcelo Martín Mederos, en: http://librosyvideoscristianos.blogspot.com/2011/07/las-redes-sociales-basta-ya.html?utm_source=feedburner&utm_medium=feed&utm_campaign=Feed%3A+LibrosYVideosCristianos+%28LIBROS+Y+VIDEOS+CRISTIANOS%29
Fecha: martes 26 de julio de 2011

Me permito añadir mi comentario que envié a esta entrada: ¡Genial, Marcelo! Justamente en estos días me pasaba por la mente el mismo tema. Todavía no he escrito nada; tengo que reflexionar más. Pero se ve, el tema está en el aire. Como anécdota, te cuento que, hace unos años, asistí a un fin de semana de la pastoral familiar, para gente que vive sola. Una mujer estaba muy triste porque su novio acababa de morir. En la conversación salió que el tal "novio" era un novio por chat. Y una participante le dijo a la cara: ¡"es que tú necesitas a alguien que te toque, y te diga que estás fría, sudada, hedionda"! Más claro no canta un gallo. Bueno, por algo Dios se hizo hombre, para estar con nosotros, "en vivo y directo".

26.7.11

La Tentación de Benito (II)

San Benito entre espinos
Sacro Speco, Subiaco
Foto: BR, Stationen
En la entrada anterior (23 de julio de 2011) reflexioné sobre la tentación de Benito. Terminé con el texto de Gregorio que dice, Tocado súbitamente por la gracia divina volvió en sí…
Ahora nos interesa ver, ¿cómo responde Benito a la gracia? En lo que sigue, el Papa Gregorio toca el tema delicado de la interacción entre la gracia de Dios y la libre voluntad del hombre. Digo que es un tema delicado porque sabemos lo siguiente:
• Dios está presente con su gracia, y no abandona a nadie
• Sin embargo, la gracia no obliga ni violenta a nadie
• Dios respeta la libre voluntad del hombre. Éste puede negarse a cooperar con la gracia.
• Pero, ya el querer, también es fruto de la gracia de Dios.
Aquí llegamos al límite de nuestra comprensión de la relación entre Dios que nos ofrece su salvación, y el hombre que puede negarse a esta salvación. Esto es un misterio que no podemos captar con nuestra mente. Pero se nos invita a vivirlo; eso es lo importante. Para eso, entre muchos ejemplos, tenemos a Benito de Nursia. Sigue el texto de San Gregorio:
Viendo un espeso matorral de zarzas y ortigas que allí cerca crecía, se despojó del vestido y desnudo se echó en aquellos aguijones de espinas y punzantes ortigas, y habiéndose revolcado en ellas durante largo rato, salió con todo el cuerpo herido.
A primera vista, esta reacción nos parece una represión exagerada y brutal, por no decir masoquista y, por eso, enfermiza. Pero recordemos que no podemos tomar este texto al pie de la letra. Como ya dije en la entrada anterior, aquí tenemos una “radiografía” que nos muestra lo esencial, en este caso, de la relación entre la gracia de Dios y la respuesta del hombre a esta gracia. Para transmitirnos lo que quiere decir, Gregorio usa imágenes. Éstas nos permiten ver con más claridad la magnitud y la importancia del asunto.
Al haber vuelto en sí, Benito ve que el recuerdo de la mujer que lo había acosado en su mente había sido apenas una fantasía. La vida real que lo rodea es dura. El desnudarse apunta a esto: renuncia a las evasiones que quieren distraerlo de la realidad; la acepta y la abraza. Semejante realidad se puede experimentar como espinas y ortigas. “Revolcándose en ellas durante largo rato” quiere decir que acepta de todo corazón lo desagradable de la vida; no por desagradable, sino porque Dios, el Dios verdadero, no el dios de nuestros deseos y fantasías, está sólo en el momento presente, en la realidad que nos rodea.
De esta manera por las heridas de la piel del cuerpo curó la herida del alma, porque trocó el deleite en dolor, y el ardor que tan vivamente sentía por fuera extinguió el fuego que ilícitamente le abrasaba por dentro. Así, venció el pecado, mudando el incendio. No se trata de trabajar mucho, o tomar una ducha fría, para vencer tentaciones. Se trata de enfrentarse con la dura realidad, de tomar una decisión enérgica. La fuerza de esta decisión tiene que estar en proporción con la fuerza de la tentación. Benito no reprime la tentación, sino que desvía su atención; no le hace caso a la tentación.
Ya Jesús dice en el Evangelio que, “desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan” (Mateo 11,12); es decir, se exige una decisión enérgica, puesta en práctica. ¿Qué quiere decir “el Reino de los Cielos sufre violencia”? Si miramos alrededor y vemos cómo se destruye hoy en día la gente, muchas veces joven, en aras de una supuesta, pero mal entendida libertad, lo entendemos. ¡Cuánto sufrimiento, personal y ajeno, no causan las diferentes formas de adicción a sustancias o actividades! ¡Cuántas muertes prematuras no son causadas directa o indirectamente por este mal! Eso, sí, es violencia. Y con estas tendencias mortíferas no puede haber comprensión, compromiso o diálogo. Se impone, bajo la gracia de Dios, una vida alternativa, llena de sentido, y que, a la larga, construye. De esto hablaré en una próxima entrega.

23.7.11

La Tentación de Benito (I)

Tentación de San Benito:
Sacro Speco, Subiaco
Foto: BR, Stationen
“Un día, estando a solas, se presentó el tentador. Un ave pequeña y negra, llamada vulgarmente mirlo, empezó a revolotear alrededor de su rostro, de tal manera que hubiera podido atraparla con la mano si el santo varón hubiera querido apresarla. Pero hizo la señal de la cruz y el ave se alejó. No bien se hubo marchado el ave, le sobrevino una tentación carnal tan violenta, cual nunca la había experimentado el santo varón. El maligno espíritu representó ante los ojos de su alma cierta mujer que había visto antaño y el recuerdo de su hermosura inflamó de tal manera el ánimo del siervo de Dios, que apenas cabía en su pecho la llama del amor. Vencido por la pasión, estaba ya casi decidido a dejar la soledad. Pero tocado súbitamente por la gracia divina volvió en sí… (San Gregorio Magno, Vida de San Benito, capítulo 2).
La escena del ave es como una imagen de lo que viene. Es un animal que aparece de repente, igual como nuestros pensamientos, fantasías y deseos. Es negra, un color que se relaciona en la espiritualidad con algo negativo, siniestro. Es insistente y molesta.
Pero el santo varón no la atrapa con la mano, como hubiera podido hacer. No busca el control sobre la situación. Aleja el peligro con la señal de la cruz, esta cruz que nos salva. Con el maligno no hay diálogo ni interacción; no merece que se le hable. El hombre de Dios sencillamente hace la señal de la cruz, que no es un simple rito, ni arte de magia. No; es la expresión de lo que se vive. Como diría siglos más tarde el acróstico en la medalla de San Benito: “La santa cruz sea mi luz; el dragón (es decir: lo visceral e inmediato) no sea mi guía” (véase la entrada sobre este tema en este mismo blog, con fecha del 22 de abril de 2011).
La escena que sigue nos relata esta experiencia. En la soledad se asoma el mundo que llevamos dentro. Cualquier cosa nos puede molestar, e inducir a buscar una compensación, un placer. El relato de esta tentación no tiene nada que ver con una fijación sexual. Más bien, la búsqueda del placer sexual es como un paradigma de nuestra búsqueda de cualquier otra satisfacción o compensación, de cualquier adicción. La dinámica siempre es la misma. Sabemos que, en último término, el placer sexual siempre está disponible, y no cuesta nada, mientras que no tenemos siempre acceso a otras sustancias o actividades para satisfacer una dependencia. Recordemos que la Vida de San Benito no es una biografía sino una radiografía que nos quiere mostrar lo esencial de un asunto. Aquí echa luz sobre “cómo funciona” una tentación cualquiera, y sobre cómo responde el varón de Dios (cosa que veremos en otra entrada de este blog).
Benito experimenta esta tentación como incontrolable: Vencido por la pasión, estaba ya casi decidido a dejar la soledad. Lo que surge del inconsciente profundo no se puede controlar con la razón, ni con la pura fuerza de voluntad (Los alcohólicos anónimos saben de esto: el primer paso es reconocer que no pueden con el alcohol, y se entregan a una “fuerza superior”, como la llaman).
Tocado súbitamente por la gracia divina volvió en sí. Es la gracia de Dios que lo saca de la atracción del “agujero negro” de su fantasía que llama su atención, amenazando con absorberlo. Vuelve en sí; vuelve a ver el panorama, la realidad completa. La gracia de Dios hace esfumar esta ilusión que le presenta su memoria, y le permite ubicarse de nuevo en la realidad.
Uno podría decir, “¡Qué suerte! Pero a mí no me toca la gracia de Dios. ¿Qué puedo hacer?” – Vamos por partes: ¿Quién es aquél hombre a quien le toca la gracia de Dios? No es porque Benito ya sea un santo, o porque Dios tenga preferencias. Estamos frente a un hombre de quien San Gregorio dice que, estando aún en esta tierra y pudiendo gozar libremente de las cosas temporales, despreció el mundo con sus flores, cual si estuviera marchito… Deseó agradar únicamente a Dios… deseó más sufrir los desprecios del mundo que recibir sus alabanzas, y fatigarse con trabajos por Dios más que verse ensalzado con los favores de esta vida. Hablamos, pues, de un hombre que estaba buscando a Dios con toda intensidad, que amaba a Dios “con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas” (Deuteronomio 6,5). Durante estos tres años en la cueva, Benito centró su vida en Dios.
La violencia de esta tentación nos da a entender que, a pesar de toda buena intención, los deseos egoístas buscan una gratificación inmediata. Dios, y su gracia, siempre están presentes y nos acompañan. Es la búsqueda continua de Dios que aumenta la consciencia de su presencia; por eso, Benito está más preparado para percibir la gracia de Dios. Una gente que se distrae continuamente, que satisface cualquier deseo inmediatamente, tiene la mente embotada y el corazón endurecido, y no es capaz de darse cuenta de la presencia de Dios y de su gracia.
Esto me parece de suma importancia hoy en día. No vivimos en una cueva, aislados de todo el mundo. Vivimos en un mundo donde todo está a nuestro alcance: imágenes, vallas, televisión, prensa, internet, etc. Este ambiente, de manera a veces muy agresiva, quiere hacernos creer que la satisfacción inmediata de cualquier deseo es lo más indicado y normal. No le importa la pérdida de la dimensión espiritual y del sentido de la vida. Si en tal ambiente no nos relacionamos con Dios, no tenemos la fuerza de resistir. Eso no significa rezar mucho, o hacer muchos sacrificios. Significa dejarnos atraer por Dios, establecer una relación personal con Él, darle la primera importancia en nuestra vida y nuestros intereses, “orar continuamente”, como dice San Pablo. Sólo así nos disponemos a percibir la presencia de su gracia en medio de las atracciones inmediatas que nos rodean.

16.7.11

Los Blogs y la Propiedad Intelectual

Hace unas semanas me llegaron algunas preguntas acerca de la cuestión de propiedad intelectual en los blogs, y la ética en el uso de textos e imágenes. Las respuestas, según aquel correo, se resumen así:

1. Una posición afirma que el contenido de los blogs no le pertenece al autor del blog porque es obra de Dios. No debe importar que le copien y no hagan referencia del origen de la cita tomada.
2. La otra posición afirma que hay derechos de autor y que el copiar se convertiría en plagio, que debe hacerse referencia de donde se ha tomado. Es la posición de los blogueros periodistas profesionales.
3. La polémica comenzó sobre el hecho de que muchos blogueros toman de la web imágenes con derechos de autor, sin solicitar permiso, etc.

Quisiera responder, hasta dónde puedo, a estas preguntas, sin ser exhaustivo. Porque, es verdad, algunas veces estas preguntas me habían pasado por la mente, pero nunca les había dedicado una reflexión más profunda.
No estoy de acuerdo con la posición mencionada en el número uno. Por supuesto, todo buen pensamiento viene de Dios, y nadie es propietario de él. Pero también es verdad que Dios habla – o escribe – a través de esta persona específica. No se trata tanto de ensalzar al autor del blog, sino de ser honesto; no debemos dar la impresión que nosotros somos el autor de un texto, cuando, en realidad, es otra persona. Porque no se trata sólo de posibles ingresos económicos, sino también de una reputación. No debemos adornarnos “con plumas ajenas”.
A este respecto me parece muy valiosa la contribución que encontré en este blog, del 30 de mayo de 2011: http://familiavidaylibertad.blogspot.com/2011_05_01_archive.html, y que transcribo aquí:
Como un valioso punto de referencia quiero citar la reciente Ley sobre protección de los Derechos de Autor del Estado de la Ciudad del Vaticano, aprobada el 19-3-11 pasado. En esta ley se tiene muy en cuenta la exigencia de la difusión de los de los textos originales del Magisterio que cualquier persona privada tiene la posibilidad de descargar libremente del sitio de Internet de la Santa Sede y de difundir, con tal de que no saque de ello beneficio económico, y siempre que se respete la originalidad e integridad de los textos del Magisterio, que sería jurídicamente ilícito (además de éticamente reprobable) modificar.
En resumen, la finalidad de la ley no es impedir la libre utilización personal de los textos del Magisterio, que están disponibles para actividades no lucrativas, sino proteger su integridad, y, en definitiva, la autenticidad del contenido. Siempre en referencia a textos, no a imágenes, fotos, o sonidos, como la voz, que no podrán ser utilizados sin permiso.
En mi opinión personal, me parece bien que se copien los textos de un blog, siempre que se cite al autor y la dirección del blog (como cuando en un libro o artículo impreso se hacen citas del texto de otro autor, entre comillas y citando la bibliografía). Si escribimos algo que pueda ayudar a otros, por qué vamos a impedir su difusión; contra más se difunda la verdad, mucho mejor. Lo que no sería lícito, ni ético, sería modificar el texto, alterar el sentido, ocultar el nombre del autor, o utilizarlo para obtener beneficios económicos. En ese caso estaríamos ante un plagio. Es decir, considero, que hemos de favorecer que se difunda la verdad (el texto y el autor), pero no la mentira ni el plagio, que no deja de ser un robo. Cierto que cada país puede tener una legislación o usos diferentes a otros, pero nosotros como católicos tenemos que tener claro el "no robarás".
Otro asunto sería la utilización de fotos de personas, sobre todo de los hijos y familiares que aparecen en algunos blogs: ahí sí que se debe impedir su difusión sin el permiso explícito del autor, pues se podría hacer mal uso de unas imágenes, que si bien aparecen en un la red, no dejan de pertenecer a la vida íntima de la persona autora del blog. (Hasta aquí la cita)
Mi problema personal son más bien las imágenes de obras de arte que se consiguen con toda facilidad en internet. Aplicando los criterios antes mencionados, sería justo mencionar el artista. A veces las copias o fotografías son de ángulos complicados que necesitan cierta técnica para tomarlas. Si es posible, sería bueno mencionar también el fotógrafo, a no ser que está claro que uno no es el autor de la foto.
Mucho depende de la legislación de un país determinado. También es un hecho que hoy en día es muy fácil tener acceso a muchísimas imágenes, y que no consta siempre que tienen derechos de autor. Con las facilidades de internet tendremos que pensar, más que en legislación, en la honestidad del bloguero. No se debe sacar provecho económico del trabajo de otro. Y tampoco debemos utilizarlo para lanzarnos a la fama a nosotros mismos, dejando al autor del trabajo en la sombra.
Esta última cuestión se soluciona en buena parte si el bloguero está consciente de por qué escribe un blog: ¿es para lucirse, haciendo sombra a otros? ¿Es netamente para ganar dinero o una ventaja económica? ¿O es para dar testimonio y contribuir a la difusión del Evangelio? Una vez que haya una consciencia clara sobre estas preguntas, lo demás caerá en su sitio.
Ya el 27 de mayo hubo una entrada en el mismo blog que dice:
Estamos atentos a la presencia pastoral de la Iglesia en esta realidad cultural emergente. Queremos animar y apoyar a quienes trabajan para hacer la red más humana, sean católicos o no. Además de las reflexiones sobre problemas de derechos de autor y lo que significa ser un bloguero católico, este encuentro ha sido un primer paso para reconocer esta forma peculiar de expresar la experiencia humana, no sólo como una alternativa o un suplemento a la difusión de noticias, sino como una comunidad viva con todas sus necesidades y esperanzas, ansiedades y dificultades. Nuestra intención es escucharles, caminar y trabajar con ustedes, mientras se van desarrollando cada vez más las redes sociales y los micro-blogs y se van difundiendo en la comunidad los efectos de estos lenguajes en rápida evolución.

10.7.11

La Época de San Benito

San Benito
Stab. L. Salomone, Roma
La Vida de San Benito, escrita por el Papa San Gregorio Magno, no es una biografía en el sentido moderno de la palabra, sino más bien una radiografía que muestra lo esencial de lo que hace a un santo; es como un ícono, no una fotografía.
Cuando hablamos de San Benito de Nursia, nos imaginamos muchas veces a un monje que vive su vida tranquila, lejos del ruido y los problemas del mundo. Sin embargo, vale la pena ubicarnos en su época, para ver su vida en el contexto de los acontecimientos. De allí, podemos sacar consecuencias para la calidad de su vida monástica – ¡y de la nuestra!
Según la tradición, San Benito vivió entre los años 480 y 547, aunque los estudiosos modernos prefieren hablar de su nacimiento no antes del año 490, poniendo su muerte tan tarde como 560. En todo caso, es la misma época.
Después de una larga decadencia, por fin el imperio romano occidental, con la capital en Roma, cae en 476. Comienzan a reinar los godos. Podemos imaginarnos los desórdenes que traía la caída de un imperio que había durado casi mil años, y que había dominado con mano férrea todo el ambiente alrededor del mar mediterráneo. Es en esta época cuando nace Benito.
La parte oriental del imperio romano, con sede en Constantinopla – hoy Estambul – se sentía responsable por el rescate de la parte occidental, que ahora estaba en manos de los “bárbaros”. Así, en 535, comenzó una guerra que, después de18 largos años, terminó en 553, buena parte de la vida de Benito. En este tiempo, Roma cambia de amo cinco veces y sufre tres sitios, el primero de los cuales dura un año entero, y el segundo termina con la evacuación completa de la ciudad, la cual permanece desierta durante cuarenta días. Milán fue totalmente destruida y su población masculina fue pasada a cuchillo. Hubo hambruna, también en la provincia, huidas o deportaciones, confiscaciones de bienes, masacres de rehenes, y otras atrocidades.
Esa es la época en que vivía San Benito. También él tuvo que sufrir los coletazos de esta situación. Nuestra pregunta es entonces, ¿cómo asumió él su responsabilidad de hombre y de cristiano frente a tanto sufrimiento? ¿Qué hizo él?
Pues, ya antes de la guerra, se había ido a Roma, para estudiar. Asqueado por el ambiente decadente, abandonó los estudios hacia los años 510 ó 515. Se retiró a la soledad. El problema no está “allí fuera”, sino dentro de uno mismo. Esto sólo se descubre en la soledad, cuando ya no hay nadie a quien se le puede echar la culpa.
Así dice el Papa Gregorio, que “Benito, deseando más sufrir los desprecios del mundo que recibir sus alabanzas, y fatigarse con trabajos por Dios más que verse ensalzado con los favores de esta vida, huyó, y buscó el retiro de un lugar solitario, llamado Subiaco, distante de la ciudad de Roma unas cuarenta millas.” Más tarde nos cuenta que, después de haber estado en un monasterio vecino, donde los monjes le habían pedido que fuera su abad, pero después intentaron envenenarlo, “regresó a su amada soledad y allí vivió consigo mismo, bajo la mirada del celestial Espectador.” Y sigue explicando estas palabras: “Por eso dije, que este venerable varón habitó consigo mismo, porque teniendo continuamente los ojos puestos en la guarda de sí mismo, viéndose siempre ante la mirada del Creador, y examinándose continuamente, no salió fuera de sí mismo, echando miradas al exterior.”
Esta descripción es como un resumen de la vida monástica. Aunque vivamos en comunidad, cada uno asume su responsabilidad por lo que es. No es introspección, en el sentido que se le podría dar hoy en día. El monje se ve siempre “ante la mirada del Creador”.
Esto es de suma importancia. Porque nuestra consciencia se inclina a acusarnos, a vernos malos, inferiores, de poca monta. Como eso no nos gusta, buscamos las fallas fuera, en los demás, o las tapamos con distracciones de todo tipo. Es por eso que la soledad absoluta es un infierno. ¿Has intentado alguna vez estar solo, y en silencio? Si no, inténtalo. Entonces sabrás de qué estoy hablando. Sólo la soledad frente a Dios nos permite crecer, porque nos invita a vernos como Él nos ve. Él nos ha creado buenos, Él nos ama. Es aceptando este amor, que podemos aceptar nuestra bondad básica, y permitirle a Dios que nos sane, y nos transforme en aquellos hombres que Él tenía en mente cuando nos creó.
Más tarde, en la Vida de Benito, Gregorio relata un incidente donde el diablo se le aparece al Santo y, haciendo juego de palabra con su nombre, Benito, que significa “Bendito”, le dice, “¡no!, ben(d)ito no, ¡maldito!” Sabiéndose amado por Dios, Benito ni siquiera le contesta al diablo; eso no es con él. Ya san Pablo dice “si Dios está con nosotros, ¿quién podrá estar contra nosotros?”
Aparentemente, Benito no hizo nada para resolver los graves problemas que aquejaban su época. Pero, a largo plazo, nos marcó un camino para apaciguar los ánimos, para buscar primero la gloria de Dios, en vez de la gratificación de nuestros deseos e intereses egoístas. Este camino está redactado en su Regla para los monjes que, doscientos años más tarde, fue introducida en toda Europa occidental, y contribuyó a la civilización de la Edad Media, de la cual todos nosotros somos herederos.