Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

16.4.13

Resignación “Cristiana”



En la entrada del 10 de abril hablé del fenómeno del diablo, de esta experiencia cuando alguien intenta confundirnos. Estamos viviendo una etapa de estas confusiones, y debemos estar muy conscientes, despiertos, y con mucho discernimiento.
El hombre que fue proclamado presidente en estos días, en vista de tantos reclamos contra el resultado de las elecciones, ha dicho, entre otras cosas, que se “acepte (la situación) con resignación cristiana". No entro en discusión sobre la validez o no del resultado de las elecciones. No es mi incumbencia. Pero quiero dejar bien claro que aquí se nos quiere manipular con una gran confusión de tipo “espiritualoide”, una mezcla de conceptos religiosos que terminan siendo un sancocho que sólo causa indigestión. Me explico: La aceptación y la resignación son dos cosas muy distintas, por no decir: opuestas.
La resignación es este estado de frustración que nos impide actuar y luchar por lo que consideramos nuestros derechos y nuestras metas, nos paraliza. “Hasta aquí llegué; no puedo más”; “¿qué puedo hacer yo en esta situación abrumadora?” “Me quedo tranquilo, para salvar lo poco que me queda”. Éstos son unos argumentos que buscan justificar nuestra rendición. Y ésta es la fuerza de cualquier déspota que busca su ventaja a expensas de otros. Nos quedamos estancados, como personas humanamente minusválidas, esclavos. Y las consecuencias son desastrosas; porque abren la puerta a la envidia, a la sed de venganza,  al odio. Hablar de “resignación cristiana” es, por lo tanto, una contradicción. Porque el cristiano no se resigna, sino que acepta.
Pero la aceptación es algo muy distinto. No es un punto de llegada, sino un punto de partida. Acepto la situación presente, para luchar por mis metas. El motor de la aceptación es la virtud de la esperanza. Nos encaminamos hacia algo que no vemos, que parece lejos; pero, en la fe, sabemos que es nuestro. No es una espera pasiva, sino una actividad que nos lleva a una meta, a lo que es nuestro. Dios había prometido al pueblo de Israel una tierra; pero ellos mismos tenían que ir allá a ocuparla. Dios nos ha dado libertad; pero nosotros mismos tenemos que ejercerla; no podemos pedirla a otros; eso sería esclavitud. Dios nos ha dado nuestra dignidad; pero nosotros mismos tenemos que vivir a la altura de esta dignidad. Sólo en nuestra fe en Dios encontramos la fuerza para aguantar y sobrellevar las dificultades en el camino.
Y hay algo más importante: no se trata sólo de luchar por mi bien personal; luchamos por el bien de todos. Nuestra fe no excluye a nadie. En última consecuencia, esta actitud nos permite incluso dar nuestra vida por los demás. Porque todo el bien que podamos conseguir en este mundo es sólo un “por ahora”. Los bienes definitivos son un don gratuito de Dios.
A lo mejor, ésta es la lección que tenemos que aprender en estos momentos difíciles. No se trata de sobrevivir yo; se trata de crear un ambiente donde TODOS pueden vivir.

2 comentarios:

  1. Sin desperdicio, Padre Beda, la comparto en mi FB. La Esperanza esa es la virtud a trabajar. Saludos

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  2. Gracias Padre Beda, muy esclarecedora su entrada, gracias de nuevo.

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