Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

31.8.13

50 AÑOS DE SACERDOCIO



Este primer de septiembre hace 50 años que el obispo me impuso las manos para conferirme el sacramento del orden, el sacerdocio. Han sido 50 años de búsqueda, de servicio, de camino de la mano del Señor. Lo bueno que he podido hacer, va por cuenta de Él. Es Él quien actúa, más allá de nuestros planes; incluso de los errores y pecados saca algo bueno. Por eso le doy gracias, y canto con María “proclama mi alma la grandeza del Señor”.
Además, me sobran razones para dar gracias a toda la gente, vivos y otros ahora difuntos, que Dios ha puesto a mi lado en todos estos años. Han sido “ángeles”, es decir, mensajeros de su bondad para conmigo. Les agradezco su amistad, su apoyo, su fe en mí, sus correcciones y consejos. Ellos, y ellas, son la prueba más clara de que Dios siempre me salía al encuentro en el momento menos pensado. Que Dios los bendiga, y que volvamos a vernos cuando estemos en su presencia y lo veamos cara a cara.
He experimentado el sacerdocio como un don de Dios. No lo he merecido. Sabrá Él qué planes tiene conmigo. Que en mi debilidad se manifieste su fuerza, y en mi miseria, su gloria.
A veces me preguntan cuándo he tomado la decisión de ser sacerdote. Pero el sacerdocio no es una decisión humana; y cuando lo es, sale mal; prevalece más el interés por el dinero y los bienes; puede estar en el centro de atención la persona del sacerdote, el “cura farandulero”; otros disfrutan del poder sobre los feligreses - hasta el chantaje y abuso espiritual; otros simplemente se “sienten alguien” porque tienen cierto “rango” en una organización de mucha influencia. Pero no; la llamada al sacerdocio es una decisión de Dios. Es una vocación. Es Él quien llama. Por eso no importa a qué edad uno percibe la vocación. Unos oyen la llamada siendo adultos. Otros, como yo, cuando son niños; yo tuve mi primera llamada que recuerdo conscientemente a los 10 años. Y hay otros hechos en mi vida que me convencen de que “Dios me ha escogido desde el vientre materno” (Gálatas 1,15). Por eso no importa la madurez del hombre cuando Dios lo llama. Dios se las ingenia para hablarle en un lenguaje que el hombre entiende, por más inmaduro y descabellado que parezca más tarde. Por eso, la vocación no es algo que se tiene o no; es la iniciativa de Dios; lo nuestro es la respuesta, porque “Él nos amó primero” (1 Juan 4,10). Como leí hace poco: “Dios no escoge a los capacitados, sino que capacita a los escogidos”. Por eso la vida del sacerdote es un proceso, un camino, que implica purificación, crecimiento interior, maduración a lo largo del tiempo, y una relación siempre más profunda e íntima con Dios. Porque el sacerdote, como Cristo, “se consagra, para que también ellos sean consagrados” (Juan 17,19). Somos “siervos inútiles” (Lucas 17,10), que deben “menguar para que Él pueda crecer” (Juan 3,30).
Gracias a todos, y sigan orando por mí.

12.8.13

Licuado de Fe


Siempre es fácil entresacar de un texto cualquiera las palabras y frases que nos interesan, para citarlas fuera de contexto y, así, justificar la propia ideología. En este sentido, da pena ver la imagen que acompaña esta entrada, y que encontré estos días en facebook.
Estoy muy de acuerdo con la advertencia del Papa de no licuar la fe. Pero el contexto en que fue pronunciada simplemente no da para justificar una condena de cosas que no conocemos, porque son herencia de otras culturas. El contexto en que habló el Papa es el siguiente: Pero no se olviden: hagan lío, cuiden los dos extremos de la vida, los dos extremos de la Historia de los pueblos que son los ancianos y los jóvenes, y no licúen la fe (Final del Discurso del Papa Francisco en el Encuentro con Jóvenes argentinos en Catedral de San Sebastían en Río de Janeiro , Jueves 25 de julio 2013 , transcripción del audio) .
Y hago hincapié en la cultura, para dejar claro que no toda la riqueza de un pueblo proviene de su religión. Hay mucha sabiduría humana en todas partes. Nosotros los occidentales no somos los únicos, y mucho menos podemos decir que nuestra sciencia y nuestro modo de ver el mundo son los únicos. La medicina alopática, como hoy en día es común entre nosotros, es algo más bien reciente. Además, es tan cristiana, o tan poco cristiana – como quieran verlo – como otras formas de practicar la medicina, como son la acupuntura, la homeopatía, chacras, terapias con agua, etc. En esta imagen hay un licuado de prejuicios contra todo lo que no se conoce, mezclado con un miedo defensivo a todo lo que parece cuestionar la propia religión, o lo que se quiera entender por ésta. Nadie entre nosotros duda en acudir a un médico alopatico, que lo llena de medicinas, a veces más dañinas por los efectos secundarios, que otra forma de tratamiento. Pero no por eso uno deja de ser cristiano.
¿Por que, entonces, tanta reserva contra las medicinas alternativas? ¿Será eso una maniobra de la industria farmaceutica que, por cierto, no se interesa en nuestra fe, sino en sus ventas y ganancias? Y que a veces ni siquiera curan porque no les interesa. Ejemplo: el sida. Se lo puede curar, como se ha comprobado en la India, y también en nuestras latitudes con la homeopatía y otros tratamientos alternativos. Pero una persona sana no necesita ya medicamentos, y los muertos tampoco. Hay que mantenerlos crónicamente enfermos, para poder venderles las medicinas tan caras; eso es negocio. ¿Esto es compatible con la fe cristiana? Pero nadie dice nada al respecto. Lo mismo se podría decir de otras enfermedades, incluyendo el cáncer y sus costosísimas terapias.
Religión: con esta palabra tocamos el punto neurálgico: ¿Qué es la religión? ¿De qué está hablando el Papa? Muchos entienden la religión todavía como un conjunto de creencias y prácticas. Eso no está equivocado, pero se queda sin fundamento si nos olvidamos de lo más importante: la relación personal con Dios, vivida en la comunidad de la Iglesia. De esto está hablando el Papa. Que no licuemos nuestra relación con Dios con el afán de seguridad en un sistema religioso. La Iglesia no es una ONG, un sector de la sociedad, un sistema de creencias y costumbres. Somos fermento, vivimos en el mundo, pero no somos del mundo. Por lo tanto, tomemos del mundo lo bueno que tiene, lo examinemos, y nos quedemos con lo bueno – como dice San Pablo.
Para terminar, mi experiencia personal: hace casi cuarenta años tenía unos malestares que me impedían mucho mi trabajo. Y no encontraba solución. Alguien me recomendó la acupuntura. En mi arrogancia occidental me negué rotundamente. ¡Nada de brujería! Pero cuando ya no tenía nada que perder, y la persona que me lo recomendó era de confianza, porque ella misma había encontrado una mejoría notable en su enfermedad, decidí ir donde este médico. Mi sorpresa fue que era un médico graduado, nada esotérico, sino muy científico. Y la sorpresa más grande: después de pocos días comencé a sentir una mejoría notable – que se ha mantenido hasta hoy. Si no hubiera ido allá, probablemente ya estaría bajo tierra. Más tarde hice experiencias semejantes con la homeopatía. Nada de eso puso en peligro mi fe y mi relación con Dios; al contrario, seguí mi camino espiritual sin que estas prácticas de medicina alternativa me hayan desviado de él.
Por supuesto, la imagen de arriba incluye algunas prácticas que son incompatibles con nuestra fe. Pero no podemos “licuarlas” con lo inofensivo. Necesitamos discernimiento; y esto viene precisamente de una relación personal de amor con Dios, no de unos libros o ideas.

8.8.13

CIELO: PRESENCIA DE DIOS

La presencia de Dios es nuestra felicidad, nuestro cielo. La cuestión no es si estamos en presencia de Dios; Él siempre está presente. Pero muchas veces buscamos a un dios según nuestra medida - ¡y no lo hay!
Sólo consintiendo a la presencia del Dios verdadero en nuestras vidas encontraremos la felicidad, el cielo.
Si no nos gusta este Dios, nosotros mismos convertiremos su presencia en nuestro infierno.