Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

20.12.13

Adviento, Llave de David


La antífona de hoy reza: Oh llave de David y cetro de la casa de Israel, que abres y nadie puede cerrar, cierras y nadie puede abrir, ven y libra a los cautivos que viven en tinieblas y en sombras de muerte.
La antífona hace resonar un texto del profenta Isaías: Le pondré en el hombro la llave del palacio de David: lo que él abra nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie lo abrirá. Lo hincaré como un clavo en sitio firme, dará un trono glorioso a su familia... Te he defendido y constituido alianza del pueblo para decir a los cautivos: Salgan; a los que están en tinieblas: Vengan a la luz (Isaías 22,22-23; 49,8-9). Pero también en el Nuevo Testamento, en el libro del Apocalipsis, tenemos un texto que amplía al anterior: Al ángel de la Iglesia de Filadelfia escríbele: Esto dice el Santo, el que dice la verdad, el que tiene la llave de David; el que abre y nadie puede cerrar, el que cierra y nadie puede abrir: Conozco tus obras. Mira, te he puesto delante una puerta abierta que nadie puede cerrar. Aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra y no has renegado de mí (Apocalipsis 3,7-8).
¡Cuantas veces nos encontramos con puertas cerradas en nuestra vida! Y eso no sólo en asuntos pasajeros, donde nos recuperamos pronto. Ocurre también en búsquedas de largos años que nunca damos en el blanco; no encontramos lo que buscamos; no tenemos éxito. Al contrario, sufrimos un fracaso tras otro. Somos como un insecto que busca salir de la habitación, pero se estrella una y otra vez contra el vidrio de la ventana. No se da cuenta de que la otra parte de la ventana está abierta. Así somos a veces nosotros: nos enfrascamos en buscar una salida, un nuevo horizonte, donde no lo hay.
Lo peor de todo: creemos que tenemos que solucionar todo por nuestras propias fuerzas, sin ayuda de nadie. Somos cautivos de nuestra ignorancia, pero también de nuestro orgullo que no busca otra luz que la suya propia - que es: ¡tinieblas! En situaciones extremas, esto puede llevar a la gente al suicidio, una verdadera sombra de muerte. Nos olvidamos que es Dios quien nos cierra las puertas que no nos llevan a ninguna parte, hasta que descubramos la puerta que Él nos mantiene abierta, y donde encontramos los dones que Él ha preparado para nosotros.
En esta antífona le suplicamos al Señor que nos libere de nuestra ignorancia, de nuestras frustraciones y depresiones, de la falta de sentido en nuestras vidas, y nos saque a la libertad que nos da la luz de su conocimiento. Le pedimos un corazón ensanchado que pueda vivir con alegría, para contagiar esta alegría a los demás.

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