Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

28.5.14

Lectio Monástica

Es realmente una gracia de Dios el hecho de que, después del Concilio Vaticano II, se haya redescubierto la práctica de la Lectio Divina. Ahora, unos 50 años después, se ha introducido en muchísimas parroquias, y comienza a ser patrimonio de todos los creyentes - como lo era durante los primeros mil años de la iglesia.
Lamentablemente, hoy en día mucha gente recibe un método de Lectio Divina muy elaborado; el peligro es que uno se queda en el método, sin dirigirse a la fuente del texto, que es Dios mismo. Caemos en la trampa de una lectura cerebral, informativa - pero no formativa. Si evitamos los peligros, este método tiene su sentido, especialmente para principiantes de esta práctica. En los primeros siglos, la Lectio Divina - o simplemente "Lectio" - era una dinámica viva, un encuentro entre Dios y el hombre. La llamamos "Lectio Monástica", porque fue practicada primeramente por los monjes, pero no exclusivamente. En la Edad Media, cuando el hombre comenzó a distinguir más facetas de una cosa o un asunto, surgió la filosofía escolástica que se dedicaba precisamente a esto: a diferenciar, distinguir, analizar, separar. Esto influyó en la teología, y en la vida espiritual en general. Fue así que un monje llamado Guigo El Cartujo aplicó esta manera de pensar también a la práctica de la Lectio Divina. Lo que antes eran diferentes aspectos de un encuentro vivo con Dios, ahora se comenzó a analizar y a convertir  en "pasos". Así tenemos hoy una enseñanza muy elaborada que nos presenta estos "pasos", usando incluso las palabras latinas, porque éstas, a veces tienen un significado algo distinto de estas mismas palabras en castellano, aunque suenen casi iguales:
1. Statio: Antiguamente era el sitio donde se congregaba la gente para ir después en procesión al sitio donde se celebraba la liturgia. Es como ubicarse, silenciarse, dejar atrás las preocupaciones, para concentrarse en el encuentro con Dios.
2. Lectio: Es la lectura que, antiguamente, no se hacía en silencio, como nosotros hoy en día, sino con un murmullo, para que al menos uno mismo podía oírse. Más que "leer", era un "escuchar" la palabra de Dios.
3. Meditatio: No es lo mismo de lo que llamamos hoy en día "meditación". Ésta es una actividad mental. Sin embargo, antiguamente, éste era el aspecto más importante: interiorizar - diríamos hoy - la palabra; hacer que baje de la cabeza al corazón.
4. Oratio: Es nuestra respuesta a lo que Dios nos dice en su palabra.
5. Contemplatio: No es una contemplación en sentido estricto, sino un silencio, consciente de la presencia amorosa de Dios, donde su palabra puede resonar un tiempo más.
6. Discretio: La palabra de Dios nos facilita el discernimiento.
7. Collatio: literalmente "juntar". podemos compartir la palabra de Dios con otros, si bien la Lectio Divina es, en primer término, una práctica individual.
8. Actio: la acción. La palabra de Dios nos guía en nuestras acciones, para que estén de acuerdo con la voluntad de Dios. (He tomado estos "pasos" del libro de Arturo Somoza Ramos, Qué es la Lectio Divina, Paulinas, Madrid 1996. Es lo más elaborado y detallado que he visto sobre el tema).
Esta forma de Lectio, según los pasos, la llamamos "Lectio Escolástica", porque se originó bajo la influencia de la filosofía escolástica. Como dije, esto puede ser muy útil para principiantes. Pero si nos quedamos allí, no tendremos ningún fruto. Me explico: a veces, en las charlas, comparo este método con un joven que se enamora de una muchacha, dando los siguientes pasos:
1. mira a la muchacha
2. le sonríe
3. se encamina hacia ella
4. se le acerca y le habla...
A lo más tardar, cuando llego a este paso, la gente comienza a reírse. Y con razón, porque semejante relación es algo vivo, de corazón a corazón. Por supuesto, se podrá observar estos "pasos", y otros más. Pero lo importante no son los pasos, sino la persona y el encuentro con ella.
Lo esencial de la lectio divina no consiste en seguir unos pasos, sino en el encuentro personal con Dios. El eje de este encuentro es la meditatio y la oratio. Escuchamos lo que Dios nos dice, y le respondemos. Las veces que sea necesario, o que el Espíritu nos lo sugiere. Un buen ejemplo de esta dinámica es el capítulo seis del evangelio de Juan, la larga catequesis de Jesús en Cafarnaum. Él habla a la gente, y ellos contestan o piden más explicaciones. Jesús vuelve a hablar, y ellos vuelven a preguntar. Así llegan, al final, a un punto donde tienen que tomar una decisión, en contra o en favor de Jesús. No es posible quedarse neutral. Así, también la lectio nos lleva poco a poco, a lo largo del tiempo, a un punto donde nos vemos invitados a consentir la presencia y acción de Dios en nosotros. La lectio divina no es una actividad cerebral, sino que nos relacionamos con una persona: Dios. Es un encuentro de corazón a corazón.
Esta forma dinámica la llamamos Lectio Monástica, porque desde los tiempos de los monjes antiguos todo el mundo la practicaba así, con mucha libertad. Es este encuentro personal con Dios que, tarde o temprano, dejará ver sus frutos.