Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

27.3.14

Consentimiento

Cuando nos encontramos con Cristo, uno no puede quedarse neutro. Sólo hay dos respuestas posibles:
Una es la del joven rico. Quiere llegar al Reino de Dios. Pero cuando se entera del alcance de lo que exige este camino, se retira. En todo caso, no podrá borrar de su memoria, ni de su corazón, lo que Jesús le ha dicho.
La otra respuesta posible - y necesaria - es la del consentimiento a la voluntad de Dios, aunque esto nos cueste al menos al comienzo. En Cafarnaún muchos discípulos dejaron a Jesús. Cuando Éste pregunta a los doce si querían irse también, se nota cierta angustia en la respuesta de Pedro: ¿Adónde iremos? Se siente como entre espada y pared, entre los deseos del ego, del falso yo, y del amor a Cristo. Pedro se decide por éste: Tú tienes palabras de vida eterna.
Al comienzo del camino espiritual siempre está una entrega consciente, un consentimiento a la voluntad de Dios. Esto comenzó ya en el antiguo testamento, con Abrahán, Moisés, David, etc. y llegó a su expresión más sublime en el sí de María que, como fruto, nos trajo al mismo Dios hecho hombre.
El mismo Jesús pasó por allí. También Él sentía el deseo de vivir, pero no como yo quiero sino como tú quieres: hágase tú voluntad. Y, al haber cumplido toda su pasión según la voluntad del Padre, colgado en la cruz y desprovisto de todo, a punto de morir, dice en tus manos encomiendo mi espíritu.
No es fácil comenzar este camino; pero no es cuestión de sentimientos, sino de una decisión, una decisión tomada, quizá, después de una larga lucha interior que nos hace sudar sangre, pero, al final, tomada con serenidad desde el fondo de nuestro corazón. A partir de este momento nos sentiremos con una paz profunda que sobrepasa todo entendimiento, y que nos mantiene firmes en medio de dificultades y contrariedades. No es la paz del poderoso que confía en sus armas y desprecia al débil, sino la paz del que se sabe acompañado por Dios y, por eso, puede tener compasión de otros que sufren.

25.3.14

Nacido de la Virgen


Anunciación. Bordado
en una bandera
Celebramos la Anunciación a María. Desde los comienzos de la era cristiana había gente que dudaba de la concepción de una virgen. ¡No puede ser! Así dicen. Si nos apoyamos en la ciencia, tal como la conocemos hoy en día, parecen tener razón. Porque, si una virgen concibe y da a luz, a lo sumo podrá ser una niña. Las cromosomas que determinan el sexo femenino son xx, las cromosomas de la mujer.  El varón tiene xy, siendo la y transmitida por el padre. Y, ¿entonces, si no hay padre? ¿De dónde sale la y?
Algunos no creen que Dios pueda hacer esto. Pero - y allí está el reto para nuestra fe - la cuestión no es si Dios puede hacer esto o aquello; la cuestión es en qué Dios creemos. ¿En un dios a nuestra medida, que puede hacer algunas maravillas, mientras éstas no nos sacuden demasiado en nuestra rutina? ¿O creemos en un Dios que es totalmente distinto, que nos sorprende siempre de nuevo? Y, además, ¿en un Dios que actúa cuando lo dejamos actuar?
María se declaró "esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra". Fue entonces cuando Dios pudo desplegar toda la maravilla de su poder. ¿En qué Dios creemos? Nos quejamos de que Dios no actúa. Pero, en realidad, somos nosotros los que no lo dejamos actuar. Sólo cuando consentimos - de todo corazón, y no sólo de lengua para fuera - a su acción, Él revelará toda su grandeza y su poder. Hará cosas nunca vistas antes.

24.3.14

Última homilía dominical del mártir Mons. Romero

La homilía de un hombre muy valiente, al fin, un hombre de Dios. Que su ejemplo nos anime a vivir y proclamar nuestra fe con la misma valentía.

La Homilía de Mons. Romero el día de su martirio

Quisiera compartir con Uds. la última homilía que dio Mons. Oscar Arnulfo Romero, Arzobispo de San Salvador, el día de su muerte. En la primera parte, un locutor lee textos de homilías anteriores de Monseñor; después se oye la voz de él mismo, hacia el final de su última homilía, cuando el asesino calla la voz de este profeta por siempre. Hoy es el aniversario de su martirio, el 24 de marzo de 1980.

21.3.14

Más sobre el diálogo

Crucifixión, talla en madera africana  
Durante los últimos días se hecho evidente que el diálogo se hace imposible en nuestra sociedad - ¡lamentablemente! Sólo se puede dialogar cuando hay una base común entre las dos partes. Si una parte intenta violentar la otra, para someterla a sus criterios, no puede haber diálogo.
Preguntémonos cuál es para nosotros, los cristianos, la base del diálogo. En último termino, no puede haber otra sino Jesús. Sólo en Él está nuestra salvación definitiva y más completa. Jesús está muy claro en que no todos lo van a seguir. Por eso dice: ¿Piensan que vine a traer paz a la tierra? No he venido a traer la paz sino la división. En adelante en una familia de cinco habrá división: tres contra dos, dos contra tres. Se opondrán padre a hijo e hijo a padre, madre a hija e hija a madre, suegra a nuera y nuera a suegra. (Lucas 12,51-53). Así habla el que nos trajo la paz definitiva, no una paz como la da el mundo, sino una que sólo Dios puede dar. La consecuencia de la paz que ofrece Jesús no es la guerra, sino la división. Él es el punto de referencia, y cualquier otro que se quiere poner como tal, está causando la división. Aunque, por ahora, le pueden echar la culpa de esta situación a Jesús y sus seguidores. Pero nadie de los que se oponen a Jesús tiene la última palabra. Ésta está reservada a Él, quieran sus adversarios o no. En este sentido podemos entender también la versión de Mateo que no habla de división sino de espada, o sea, violencia. Eso no quiere decir que es Jesús quien practica la violencia. Esta interpretación sería posible sólo si consideráramos esta palabra de manera aislada. Pero dentro del contexto del nuevo testamento, no queda duda de que son Jesús y sus seguidores quienes sufren violencia.
San Pablo lo recuerda con toda claridad: A pesar de su condición divina,  no hizo alarde de ser igual a Dios;  sino que se vació de sí  y tomó la condición de esclavo,  haciéndose semejante a los hombres.  Y mostrándose en figura humana se humilló,  se hizo obediente hasta la muerte, y una muerte en cruz.  Por eso Dios lo exaltó  (Filipenses 6,2-9). Y el mismo Jesús dice: Cuando yo sea elevado de la tierra, atraeré a todos  hacia mí (Juan 12,32). Es precisamente al no reclamar nada para sí, al no aferrarse a ningún poder, que recibe todo de la mano de Dios.
Esta postura es dolorosa e incómoda. Nos considerarán culpables por "echar a perder el juego". Sólo si nos mantenemos muy unidos al Señor podremos resistir.

19.3.14

Consideraciones sobre el diálogo



Cruz hecha con el casquillo
de la bala de un niño-soldado
En estos días de angustia en nuestro país se oyen desde muchos lados los llamados a un diálogo sincero, para resolver los problemas y enfrentamientos que nos pueden llevar a un camino sin retorno.
También la iglesia, desde la fe, se une a este llamado. Porque siempre hay que buscar el bien de todos, sin excluir a nadie.
Sin embargo, en el lado del gobierno se percibe poca seriedad y sinceridad en su oferta de diálogo, y parece que este clamor de la gente preocupada encuentra oídos sordos. Hasta ahora, la respuesta a sido una represión brutal de todos los que piensan distinto. Además, preocupa la forma continua de culpar de las muertes violentas automáticamente a la oposición, negándose a la vez a hacer una investigación a fondo e independiente de los hechos. No tengo por qué ahondar en esto; lo sabe todo el mundo.
El asunto que se nos plantea en estas circunstancias es, ¿qué podemos hacer si uno de los lados se niega rotundamente al diálogo? Por supuesto, a nivel humano, estamos tentados a aplicar lo del "ojo por ojo". Se respondería a la violencia con más violencia, para asegurarse la victoria. Esto nos llevaría al caos, a una guerra civil, donde no ganaría nadie, y perderíamos todos. 

Bandera de
Guerra a Muerte
Además, el perdedor quedaría con sed de venganza que, tarde o temprano, explotaría. En este sentido se comprende, pero es a la vez preocupante, que en algunas partes del país se haya izado la bandera de "guerra a muerte". Esto es sólamente aceptable si esta bandera no se entiende como símbolo de una guerra con armas, sino como la determinación de no ceder en la lucha pacífica hasta vencer.
Para nosotros, en estas circunstancias, es importante saber cuál puede ser nuestra respuesta crisitana. El Papa Pablo VI publicó el 6 de agosto de 1964, o sea, durante el Concilio Vaticano II, su encíclica "Ecclesiam Suam", con el subtítulo "Sobre los caminos que la iglesia católica debe seguir en la actualidad para cumplir su misión". En ella toca tres áreas de importancia: la consciencia, la renovación y el diálogo. En el capítulo sobre el diálogo dice que Ninguno es extraño al corazón de la iglesia. Ninguno es indiferente para su ministerio. Ninguno le es enemigo, con tal que él mismo no quiera serlo. No en vano se llama católica; no en vano está encargada de promover en el mundo la unidad, el amor, la paz (ES 88). Si bien la iglesia incluye a todos en el diálogo, está consciente de que algunos quieren ser enemigos de ella, y no tienen ningún interés en dialogar. Por eso habla de los obstáculos: Sabemos que hay algunos que hacen profesión abierta de su impiedad y la sostienen como programa de educación humana y de conducta política en la ingenua, pero fatal persuasión de liberar al hombre de concepciones viejas y falsas de la vida y del mundo, para sustituirlas, dicen, con una concepción científica y conforme con las exigencias del moderno progreso (ES 92). Por supuesto, el Papa Pablo VI, cuando escribía esto en 1964, tenía en mente principalmente al comunismo soviético. Lo que nos rodea hoy en día en Venezuela tiene de comunismo apenas el nombre. En nuestras latitudes, la intención de desviarnos de la fe, y la manera de hacerlo, está más de acuerdo con las características de nuestro pueblo: un pensamiento no tanto scientífico, sino más bien mágico y supersticioso. Abundan los cultos de la Nueva Era, del espiritismo, brujería, santeros y paleros. En un campo abonado con estos ingredientes, fue fácil presentar a Chávez como objeto de culto, como "el cristo redentor de los pobres". Además, usando fielmente el método de él: dividir, poniéndose él mismo al lado de lo existente, para luego desplazarlo. Por eso, tenemos un culto a su persona que parece ser una parodia al culto cristiano. De esto ya he hablado en este mismo blog en la entrada anterior. Esta religiosidad es como la tiña en un árbol: poco a poco, lo va secando hasta que se muera - y la planta parásita con él. Pero mientras tanto, ésta se habrá propagado - y sigue el proceso, como dicen: Chávez vive; cosechamos lo que él ha sembrado. Ante esta situación, ¿cuál puede ser nuestra respuesta?
La más "fácil" parece ser la sumisión ("no se puede hacer nada; hay que ser prudente"; etc.), bajo el pretexto de "mantener la paz". Pero esto le convendría sólo al opresor, y no resolvería ningún problema. Al contrario, como en una olla de presión, se acumularían las frustraciones y, tarde o temprano, habría un estallido peor del que se quiere evitar ahora.
Nuestra fe crisitana nos ofrece otra alternativa: en vez de sumisión, aceptación. Ésta nos permite actuar de manera positiva dentro de las limitaciones. Recordemos la palabra del Benedictus: "Libres de temor, arrancados de las manos de los enemigos, le sirvamos en santidad..." No significa que no tengamos temor, sino que este temor no nos tiene sometidos. Además, esta libertad nos capacita para luchar por algo más grande que nosotros mismos, por una misión, un sentido, un servicio a los demás.
La persona más "peligrosa" es la que ya no puede perder nada, porque sabe que todo está en las manos de Dios. Eso les permitía a los apóstoles tener la valentía que demostraron después de pentecostés frente al sanhedrín. Nuestra fuerza no está en el apoyo de una masa o mayoría, sino en nuestra confianza en Dios.
Recordemos unas pautas fundamentales:
TODOS somos buenos, también los que nosotros consideramos malos, los que nos hacen daño. También ellos son hijos de Dios y, por lo tanto, buenos, aunque por no saberlo actúan mal. Nos dice Jesús: "Bendigan a los que los maldicen". No podemos llamar malos a los que Dios ha hecho buenos.
Cristo, desde la cruz, le pide al Padre: "perdónales porque no saben lo que hacen". Estamos invitados a orar de la misma manera. Si nos cuesta, recordemos nuestra condición humana, y nuestro pasado, cuando también nosotros hacíamos cosas de las que hoy nos avergonzamos, pero en aquel entonces no sabíamos mejor. Aunque el ambiente no parece favorable para perdonar, tenemos que prepararnos a hacerlo. De esto escribiré en una entrada aparte.
Actuemos desde nuestra experiencia de ser amados por Dios, no desde nuestro ego y sus vacíos, deficiencias y deseos. Eso nos lleva a respetar al otro, sin descalificaciones ni desprecio. Así se puede seguir la lucha de manera pacífica.
Dentro de este marco de referencia, se puede entonces difundir información por todos los medios disponibles, cuidando de que sea información seria y veraz. Se puede recabar información sobre crímenes, pero sin calumniar ni pasar facturas. No se trata de venganza, sino de hacer justicia, y de evitar males en el futuro. Preguntémonos siempre: ¿queremos el bien para nosotros mismos, o para el país y las generaciones futuras?


14.3.14

El Pecado más Atroz

Otra copia de Extensión Contemplativa Venezuela:
Hay muchas corrientes que nos quieren hacer ver que la salvación viene de ellos. La política - o lo que puede llamarse todavía así - no está exenta de este error. Hay que poner el dedo en la llaga. Todas las seudo-religiones, aunque utilicen símbolos cristianos, son proyecciones de nuestra mente. Y nos confirman en nuestras acciones y actitudes erróneas y pecadoras.
Veamos el caso de Venezuela. Dejemos que hablen las imágenes:



El que lleve a pecar a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le  colgasen al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al fondo del mar. ¡Ay del mundo por los  escándalos! Es inevitable que sucedan escándalos. Pero, ¡ay del hombre por quien viene el  escándalo!  (Mateo 18,6-7).
El final es ineludible - mientras Dios sea Dios.
Nuestra respuesta puede ser una sola: la fidelidad al Señor. No a una idea, sino a una persona. En el ambiente que nos rodea, esto es difícil. Pero son los "dolores de parto" que debemos sufrir para que se revele toda la gloria de Dios, y la nuestra en Él.

Desde lo hondo a ti grito, Señor


A continuación copio para mis lectores lo que he publicado en el blog de Extensión Contemplativa Venezuela:
La situación que vivimos, unos más, otros menos, amenaza con agotarnos espiritualmente, si no nos cuidamos. Por algo, el Señor nos enseñó a pedirle al Padre que nos libre "del Mal". El texto original no se refiere a un mal cualquiera, sino a algo que nos "tiene a monte", que no nos deja respiro. Son situaciones amenazantes que se suceden a veces con demasiada rapidez y no nos dejan tiempo para pensar y responder con calma. Casi se nos obliga a reaccionar visceralmente, lo que, por supuesto, vendría del ego y, a la larga, sería contraproducente.
Por una parte, me siento poco autorizado para hablarles a uds. que sufren los problemas en carne propia, mientras que yo, aquí, vivo tranquilo. Por otra parte, sí, me siento autorizado para hablarles. Porque ya alguien me lo ha pedido expresamente. Además, como monje y sacerdote, tengo este encargo de acompañarlos en su dolor. Así que, intentaré hablarles, no desde la mente, sino desde el corazón.
Me parece que debemos tener clara una cosa: la lucha no es entre comunismo y capitalismo; tampoco entre dictadura y democracia. Lo que presenciamos desde hace muchos años, incluso desde la "cuarta república", es una creciente descomposición de valores humanos y cristianos. Especialmente en estos últimos 15 años se nos ha demostrado que uno puede hacer lo que le venga en gana, y no le pasa nada; la impunidad generalizada - a no ser que te metes con los que tienen el poder. Las dictaduras que tuvo el país a lo largo de la historia, a pesar de sus atropellos contra ciudadanos, han desarrollado el país. Por eso digo que ahora no tenemos ni siquiera una dictadura porque, los que detentan el poder, han empobrecido a todo un país rico, y han envilecido a un pueblo noble y generoso, todo eso bajo el pretexto de una ideología que ya está demostrado que no funciona.
Ya San Pablo estaba claro en eso: Que no pierdan fácilmente la cabeza ni se asusten por profecías o discursos o cartas falsamente atribuidas a nosotros, como si el dia del Señor fuera inminente. Que nadie los engañe de ningún modo: primero tiene que suceder la apostasía y se tiene que manifestar el Hombre sin ley, el destinado a la perdición, el Rival que se levanta contra todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto, hasta llegar a instalarse en el santuario de Dios, proclamándose dios. ¿No recuerdan que ya se lo decía yo cuando aún estaba con ustedes? (2 Tesalonicenses 2,2-8).
La "Última Cena No. 13" del Chavismo
Lo que se nos exige entonces en estos momentos tan difíciles es que vivamos nuestra fe en Cristo hasta las últimas consecuencias. Olvidémonos de la "sociedad cristiana"; sólo hay una iglesia - "ekklesia" - los llamados hacia fuera, dejando atrás costumbres inveteradas y queridas. Dios está desmantelando todo este andamiaje, para que vivamos, de nuevo y con toda nitidez, el misterio de la muerte y resurrección de Cristo. Aquí ya no valen las cadenas "de mil padrenuestros" que andan por el internet, ni cadenas de rosarios u otras formas que son solamente una acumulación de oraciones - como una "gula espiritual" - pero sin comprometernos con un cambio de conducta.
¿Cómo podemos hacer que nuestras reacciones sean más cónsonas con nuestra fe cristiana? Quisiera recurrir a una experiencia que tuvo San Pablo en una ocasión: Después de una buena paliza, los metieron (a Pablo y Silas) en la cárcel y ordenaron al carcelero que los vigilara con mucho cuidado. Recibido el encargo, los metió en el último calabozo y les sujetó los pies al cepo. A media noche Pablo y Silas recitaban un himno a Dios, mientras los demás presos escuchaban. De repente sobrevino un terremoto que sacudió los cimientos de la prisión. En ese instante se abrieron todas las puertas y se les soltaron las cadenas a los prisioneros (Hechos 16,23-26). Imaginémonos la situación: Pablo y Silas habían sido acusados injustamente, habían recibido una paliza, y ahora están presos en un calabozo. Dolor, hediondez, mosquitos, dolor del alma, frustración por el trato injusto... Honestamente, ¿qué hubiéramos hecho nosotros en tal situación? Ellos estaban ¡cantando un himno a Dios! Este hecho revela de lo profundamente que su subconsciente estaba purificado y unido a Dios. El P. Keating habla de la "reestructuración del subconsciente".
Hemos emprendido el camino de la oración centrante. No nos resuelve los problemas, como por arte de magia. Al contrario, tenemos la impresión de que, ahora, tenemos más problemas todavía; y quizá hemos añorado aquellos tiempos cuando vivíamos en inconsciencia y, supuestamente, felices. Pero la práctica de la oración centrante es un camino. Vamos por diferentes etapas; el Señor va purificando nuestro ego, hasta lo más íntimo de nuestro ser. Ahora nos toca "morir por etapas", para cuando llegue el encuentro definitivo con el Señor, éste sea una "muerte santa", un encuentro lleno de alegría, a pesar de los dolores e inconvenientes que tiene este proceso.
Situaciones como las que vivimos ahora nos invitan a redimensionar nuestra vida, nuestras prioridades. El domingo pasado hemos escuchado en el Evangelio que Dios debe estar en el centro. ¿Cuál es el sentido de nuestra vida? Si servimos a Dios, Él nos dará lo necesario para vivir. Si buscamos su gloria, Él nos dará su amor y afecto, en medio del desprecio del mundo. Si buscamos su voluntad, veremos que todo sale bien para los que lo aman.
Todo esto, lo practicamos en la oración centrante. Pero hay también una forma de orar en el momento, cuando nos sentimos incómodos, cuando nos hierve la sangre, cuando las emociones amenazan con dominarnos. Es la oración de bienvenida. En una entrada siguiente explicaré cómo hacerla.

10.3.14

No nos dejes caer en la tentación

Al comenzar la cuaresma, la liturgia nos ayuda a tomar consciencia de nuestra condición de hombres inclinados al pecado.
La primera lectura nos cuenta cómo y por qué Eva cae en la tentación: Dice la serpiente astuta: ¿Conque Dios les ha dicho que no coman de ningún árbol del jardín? La mujer contestó a la serpiente: ¡No! Podemos comer de todos los árboles del jardín; solamente del árbol que está en medio del jardín nos ha prohibido Dios comer o tocarlo, bajo pena de muerte (Génesis 3,1b-3). Ya la pregunta incluye una exageración y, por lo tanto, una mentira. La mujer contesta con otra exageración y mentira, porque Dios no había prohibido tocar el árbol. Esto refleja que Eva no tiene confianza en Dios. Inventa una ley - para cumplir otra ley. Quiere evitar el pecado por sus propios medios, sin contar con Dios. La caída está programada.
Las tentaciones de Jesús nos indican cómo podemos cuidarnos. En primer término hay que recordar que ocurren después de una entrega seria y consciente a Dios, cuando en el bautismo oyó la voz del Padre que le dijo, tú eres mi hijo amado. Jesús fue tentado después del bautismo. Los problemas comienzan después de haber tomado una decisión, por ejemplo, no en el noviazgo, sino en el matrimonio. Porque nuestro ego no muere tan fácilmente. Intentaré fijarme, más que en el contenido de la tentación, en la astucia del procedimiento del tentador que usa todos los medios para hacernos caer.
Entonces Jesús, movido por el Espíritu, se retiró al desierto para ser tentado por el Diablo (Mateo 4,1). Es el Espíritu de Dios quien nos lleva al desierto. Por eso podemos contar con su protección. Se trata de purificar nuestra relación con Dios. Somos tentados por el diablo, el que crea confusión, "vende gato por liebre", crea caos, desorientación, el "padre de la mentira".
Primera tentación: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. Él contestó: Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mateo 4,2-4). El diablo reconoce que Jesús es Hijo de Dios. Parte de esta realidad; en el caso de Jesús, una experiencia que no tendría sentido negarla. Pero el diablo va a lo suyo, y quiere sacar de este hecho unas consecuencias equivocadas: que Jesús use su condición en provecho de sí mismo. Después de tanto ayuno, el alimento parece ser un asunto de "primera necesidad". Pero Jesús corrige las prioridades. Lo más importante es la Palabra de Dios, la palabra de amor que nos hace hijos suyos. Si eso nos parece difícil, recordemos lo que cuenta Viktor Frankl: hubo unos jóvenes en un campo de concentración que, antes de ser transportado a otro campo, hurtaron en una dependencia. Pero, no sacaron comida de la dispensa, sino ¡libros de la biblioteca! Para tener algo con que alimentar su espíritu.
Segunda tentación: Luego el Diablo se lo llevó a la Ciudad Santa, lo colocó en la parte más alta del templo y le dijo: Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, pues está escrito: Ha dado órdenes a sus ángeles sobre ti; te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece en la piedra. Jesús respondió: También está escrito: No pondrás a prueba al Señor, tu Dios (Mateo 4,5-7). El diablo finge reconocer que la palabra de Dios es importante. Pero de nuevo trata de torcer esta prioridad, para utilizar la relación con Dios en provecho propio. Refleja el intento de utilizar la religión para fines egoístas. En el centro no está Dios, sino el hombre, el ego. Hoy en día tenemos muchas formas de utilizar, y abusar, la religión para justificar proyectos humanos. Esto pasa tanto dentro como fuera de la iglesia, y en todas las religiones. Incluso, la política se erige a veces como una seudo-religión, para darse más autoridad y fuerza delante de la gente, y para justificar toda clase de atrocidades.
Tercera tentación: De nuevo se lo llevó el Diablo a una montaña altísima y le mostró todos los reinos del mundo en su esplendor, y le dijo: Todo esto te lo daré si te postras para adorarme. Entonces Jesús le replicó: ¡Aléjate, Satanás! Que está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, a él sólo darás culto (Mateo 4,8-10). Esta vez, Jesús es tajante: lo llama "satanás", del hebreo Satán, el adversario, el que quiere nuestra ruina, nuestra destrucción. Los planes de satanás son completamente opuestos a los planes de Dios y, por lo tanto, irreconciliables. Darle culto al diablo es darle culto a la mentira, el engaño, la manipulación. Con satanás, con el que busca nuestra destrucción, el que busca "pulverizarnos", no puede haber diálogo. En días pasados se nos quiso decir que "Chávez es el Cristo Redentor de los pobres de América" . Aquí no vale la pena discutir; simplemente mantenemos nuestra fe y confianza en el único salvador, Jesús. "Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios". Los primeros cristianos tenían eso muy claro; procuraban ser buenos ciudadanos, pero se negaban rotundamente a darle honores divinos al César. Por eso fueron perseguidos. Eso ya no tiene nada que ver con política; aquí, la política se extralimita, y se mete en las competencias de la religión. El problema en nuestro país, en el fondo, no es político, sino espiritual. Si no sanamos esta área, no resolvemos nada; como ya decía el salmo: si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles.
De inmediato lo dejó el Diablo y unos ángeles vinieron a servirle (Mateo 4,11). Cuando se aclara el panorama, cuando las cosas se llaman por su nombre, nos vemos más libres, y experimentamos que Dios nos protege. "Ángeles", son sus mensajeros, que se nos acercan de múltiples maneras. Dios nos rodea con su protección.