Un santo de rodillas ve más lejos que un filósofo de puntillas. (Corrie ten Boom)

23.3.16

Getsemaní, o: Consentir a la Acción de Dios


Imagen de Internet
¿Por qué será tan difícil centrar nuestra vida espiritual en lo esencial? ¿Por qué siempre buscamos andar por las ramas?
En el fondo, lo sabemos: Dios no quiere menos que TODO. Entregarnos a Él no nos permite mantener puertas de escape abiertas. No nos permite una relación superficial, para "quedarnos bien", pero sin que toque nuestros intereses. Hablé de eso en la entrada anterior.
Es una reacción normal: no queremos morir; ¡queremos vivir! También Jesús ha pasado por esta angustia: Durante su vida mortal dirigió peticiones y súplicas, con clamores y lágrimas, al que podía librarlo de la muerte (Hebreos, 5,7). Se arrodilló y oraba: Padre, si quieres, aparta de mí esta copa. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Se le apareció un ángel del cielo que le dio fuerzas. (Lucas 22,43-44). Sólo Lucas habla del ángel del cielo que le dio fuerzas. Me pregunto qué experiencia está detrás de esta expresión.
Recordemos: Cristo no vino a hacer su voluntad sino la del que lo envió. Como hombre tenía su preferencias, sus gustos, su deseo de vivir. Pero se entregó totalmente, sin reservas, al cumplimiento de la voluntad de su Padre. Una vez que había decidido esto, le entró fuerza. Todos tenemos esta experiencia: le damos vueltas a un asunto, nos sentimos como paralizados, no podemos hacer nada. Pero una vez que hemos tomado la decisión, podemos concentrarnos con todas nuestras fuerzas en la consecución de nuestro objetivo. Ya no hay marcha atrás, sólo paso hacia adelante; ya no quedan puertas de escape abiertas. Hemos "quemado las naves". Hasta aquí, nuestra experiencia humana.
Pero, además, el ángel apunta a la presencia de Dios. Al consentir SU acción en nosotros, Él toma las riendas. Aunque parece que todo está perdido, es ahora cuando todo está ganado. La misma decisión tomada, y la confianza en Dios, nos dan esta fortaleza que, aunque la gente nos victimiza, no logra convertirnos en víctimas. La actitud soberana de Jesús sorprende a sus jueces, a los que están crucificados con Él, y al centurión romano.
En este contexto podemos leer también una expresión de San Pablo: ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿Tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro, espada?... En todas esas circunstancias vencemos fácilmente gracias al que nos amó. Estoy seguro que ni muerte ni vida, ni ángeles ni potestades, ni presente ni futuro, ni poderes ni altura ni hondura, ni criatura alguna nos podrá separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro (Romanos 8,35-39).
"Fácilmente": Si nos fijamos en lo que dejamos atrás, es muy difícil. Pero si miramos hacia adelante, se hace fácil. Lo que no significa que no sea un sufrimiento. El que tiene un 'por qué', es capaz de aguantar casi cualquier 'cómo' decía Viktor Frankl quien debía saberlo porque había pasado por los horrores de los campos de concentración.
Para ser seguidores de Cristo, no sólo de palabra y costumbre, sino de verdad, la carta a los Hebreos nos da un consejo: Por lo tanto, nosotros, rodeados de una nube tan densa de testigos, desprendámonos de cualquier carga y del pecado que nos acorrala; corramos con constancia la carrera que nos espera, fijos los ojos en el que inició y consumó la fe, en Jesús. El cual, por la dicha que le esperaba, sufrió la cruz, despreció la humillación y se ha sentado a la derecha del trono de Dios. Piensen en aquel que soportó tal oposición por parte de los pecadores, y no se desalentarán. Todavía no han tenido que resistir hasta derramar la sangre en su lucha contra el pecado (Hebreos 12,1-4).
Si queremos aprovechar la adoración al Santísimo el Jueves Santo, ¿por qué no reflexionamos sobre lo que nos tiene atados o paralizados? ¿Qué mantiene nuestra vida cristiana tan estéril? ¿A qué tenemos miedo? ¿Qué es lo que no queremos perder? ¿Cuál es la puerta de escape que nos mantenemos abierta? Trata de contestar estas preguntas con honestidad frente al Santísimo. Consiente a la presencia y acción de Dios en tu vida. Una vez que hayas aceptado la voluntad de Dios sentirás paz, una paz tan profunda que nada ni nadie te podrá robar.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario