Condominio Sacro, Detalle |
Juan da el ejemplo. Le
dijeron: Maestro, el
que estaba contigo en la otra orilla del Jordán, del que diste
testimonio, está bautizando, y todo el mundo acude a él. Respondió
Juan: No puede un hombre recibir nada si no se lo concede del cielo.
Ustedes son testigos de que dije: Yo no soy el Mesías, sino que me
han enviado por delante de él. Quien se lleva a la novia es el
novio. El amigo del novio que está escuchando se alegra de oír la
voz del novio. Por eso mi gozo es perfecto. Él debe crecer
y yo disminuir (Juan 3,26-30).
"¡Maestro, haz algo! ¡Se te va la clientela!" De nuevo
vemos el dedo de Juan apuntando a Jesús. Es la única vez cuando nos
está permitido e incluso mandado señalar a otro: cuando se trata de
la meta de nuestro camino espiritual, Jesús, el Hijo de Dios. Él es
el camino, la verdad y la vida (Juan 14,6). No nos conviene
interponernos obstaculizando el acceso a Jesús.
Los discípulos de Juan simplemente
estaban preocupados por su maestro. Era gente religiosa que tenía
que crecer. Pero más tarde vemos otras motivaciones que tienen que
ver con la envidia o con el miedo de perder posiciones, privilegios y
poder. Es especialmente la clase religiosa dirigente que recurre a
toda clase de argumentos para reducir y neutralizar la influencia de
Jesús. Recurren a descalificaciones y calumnias. Vino el
Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: miren qué comilón y
bebedor, amigo de recaudadores de impuestos y pecadores (Lucas
7,34).
Como las descalificaciones no dieron
resultado, recurrieron a la medida extrema, la eliminación física.
Los sumos sacerdotes y los fariseos reunieron entonces el
Consejo y dijeron: ¿Qué hacemos? Este hombre está haciendo muchos
milagros. Si lo dejamos seguir así, todos creerán en él, entonces
vendrán los romanos y nos destruirán el santuario y la nación... A
partir de aquel día, resolvieron darle muerte (Juan
11,47-48.53). Se mostraron preocupados por el "Lugar Santo y la
Nación". Lo que no admitían en su consciencia, pero Jesús
mostró al limpiar el templo, fue que este lugar santo era una buena
fuente de ingresos y un gran negocio, una cueva de ladrones
(Marcos 11,17). Se les iba la clientela y los ingresos.
Por supuesto, eso no lo iban a reconocer. El sumo sacerdote y el
Consejo en pleno buscaban un testimonio contra Jesús que permitiera
condenarlo a muerte, y no lo encontraban... De nuevo le preguntó el
sumo sacerdote: ¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito? Jesús
respondió: Yo soy... El sumo sacerdote, rasgándose sus vestiduras,
dijo: ¿Qué falta nos hacen los testigos? Ustedes mismos han oído
la blasfemia. ¿Qué les parece? Todos sentenciaron que era reo de
muerte (Marcos 14,55.61-64). La envidia lleva a prejuicios y
ciega. No son capaces de percibir la verdad. No puede ser verdad lo
que no debe ser verdad. Es esta ceguera obstinada que Jesús llama en
una ocasión el "pecado contra el Espíritu Santo", el
único pecado que no tiene perdón. No porque Dios no quiera perdonar
- Jesús les perdonó a todos desde la cruz - sino porque en su
obstinación se han blindado contra el amor de Dios.
Son éstas unas tendencias, desde
las más inocentes hasta las más egoístas, que pueden dificultar e
impedir el verdadero conocimiento de Jesús, hasta obstaculizar la
relación con Él. Adviento es un buen tiempo para revisar las
motivaciones inconscientes en nuestra relación con Dios. Recordemos
que en la oración centrante renovamos una y otra vez nuestra
intención de consentir a la presencia y acción
de Dios en nosotros. Es una y otra vez que estamos invitados a
practicar lo que dice Juan Bautista: "yo
tengo que disminuir; ÉL TIENE QUE CRECER".
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