P.
Marco A. González OSB
Abadía
de San José
Pesebre de 2004
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Ciertamente
fue algo extraordinario que interrumpió la rutina de la vigilancia
de los rebaños en Belén. A estos pastores les llegó una Buena
Noticia: hoy les ha nacido en la Ciudad de David el Salvador, el
Mesías y Señor (Lucas 2,11). Por fin ha llegado el tan
esperado. Este pueblo sometido, y más aun los pobres de este pueblo,
estaban esperando la salvación: el Ungido, el Mesías, el
descendiente de David que iba a restaurar el reino de Israel. Por no
hablar del "Señor": esta palabra tenía mucho más
contenido de lo que tiene para nosotros hoy en día. Como los judíos,
por respeto, no pronunciaban el nombre de Dios, YHWH, siempre cuando
leían la escritura pronunciaban estas letras como "Señor".
El Señor es el mismo Dios. Éste es el que ha nacido. Esto sí es
una noticia para la alegría de todo el mundo.
Y el
ángel les da la señal de cómo encontrar al Salvador: encontrarán
un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre (Lucas
2,12).
¿CÓMO?
¡Nada
de bombos y platillos! Niño, pañales y pesebre. No podía ser más
pobre y sobrio. Veamos los tres elementos de esta señal: Encontrarán
un niño:
bien. Se puede aceptar. Los más poderosos nacen como niños. También
hay poderosos que nacieron de familias humildes.
Envuelto
en pañales:
Normalmente no se habla de la ropa del niño cuando se anuncia su
nacimiento. Se supone que esté vestido para que no tenga frío y
para que se vea bello. Pero aquí no se habla de la ropita linda,
sino de pañales, algo que recoge los deshechos humanos, que hay que
cambiar y lavar cada rato. Denota una dependencia total de los
cuidados de otro ser, de la madre. Realmente, el salvador se hizo uno
de nosotros. No hay una manera más radical de hablar del alcance de
lo que es la encarnación. Y de quién es Dios en realidad.
Acostado
en un pesebre:
el lugar de alimento para animales. Nos da a entender la extrema
precariedad y debilidad de la presencia del salvador entre nosotros.
Al
final de la vida de Jesús, cuando ya estaba crucificado, vemos las
expectativas erróneas que la gente tenía del salvador - y que todos
tenemos hasta hoy. Queremos salvarnos de incomodidades, enfermedad,
opresión y muerte: El pueblo estaba mirando y los jefes se
burlaban de él diciendo: Ha salvado a otros, que se salve a sí
mismo, si es el Mesías, el predilecto de Dios. También los soldados
se burlaban de él. Se acercaban a ofrecerle vinagre y le decían: Si
eres el rey de los judíos, sálvate. Encima de él había una
inscripción que decía: Éste es el rey de los judíos. Uno de los
malhechores crucificados lo insultaba diciendo: ¿No eres tú el
Mesías? Sálvate a ti y a nosotros. (Lucas 23,35-39).
Pero
acerca del significado de lo que es la salvación que trajo Jesús
hay una precisión muy importante que da el ángel a José cuando se
le aparece en el sueño. Le dice: (María) dará a luz un hijo, a
quien llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de
sus pecados (Mateo 1,21). Jesús salva, pero de los ¡pecados!
Nuestra tragedia más grande no
es la enfermedad y ni siquiera la muerte, sino el pecado que nos
separa de Dios. Mientras estamos separados de Dios, nos caen todas
las demás desgracias. Porque mientras no sabemos o aceptamos que
estamos en las manos de Dios, nos vemos obligados a valernos por
nosotros mismos, lo que nos lleva a imponer la ley del más fuerte.
Nos domina el miedo. La carta a los Hebreos habla de los
que, por miedo a la muerte, pasan toda la vida como esclavos (Hebreos
2,15). Y no es sólo el sometido el que tiene miedo; también el
poderoso lo tiene. Por eso necesita armarse y rodearse de
guardaespaldas. Al librarnos Jesús de los pecados, todo lo demás se
vuelve superfluo porque nos sabemos amados por Dios y protegidos en
sus manos.
No
es fácil aceptar este niño como salvador. Porque implica aceptar la
sencillez y pobreza de él, su condición precaria, su humildad.
Significa aceptar este poco de pobreza como nuestro Dios. Esto no es
fruto del pensamiento humano. Dios mismo, a través de su ángel tuvo
que revelarlo.
En
este sentido deseo a todos mis lectores de este blog una Feliz
Navidad. Y que la salvación que nos trajo Jesús se haga siempre más
realidad en cada uno durante el Año Nuevo de 2017. Dios los bendiga.
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